Que existan diferencias entre los padres no tiene por qué influir en la crianza. No se trata de esforzarnos por ser iguales, sino de hacerlo por consensuar unos parámetros comunes que sean respetados por ambas partes. A veces puede resultar complicado, por falta de tiempo o por otras situaciones como la finalización de la convivencia en pareja. Pero sean cuales sean las circunstancias, el perjuicio que la disparidad entre los criterios paternales puede ocasionar en el núcleo familiar supone una razón suficiente para minimizarla.
Tener distintas actitudes ante la crianza deteriora el ambiente familiar
Tammi Van Hollander, fundadora del centro especializado en terapias lúdicas Main Line Play Therapy, recuerda que durante la infancia “es necesario percibir que ambos progenitores trabajan en equipo velando por los intereses de sus hijos”. Cuando no existe uniformidad en las directrices educativas, los niños se sienten confusos y desorientados. Como consecuencia, su conducta puede volverse errática y empeorar un ambiente ya deteriorado por la existencia de esos mensajes contradictorios.
Las relaciones paternofiliales, según el profesor de psicología, Jeffrey J. Froh, de la Hofstra University, se apoyan sobre tres pilares: estabilidad, comodidad y previsibilidad. Los cambios de reglas sistemáticos deterioran dichos aspectos, generando a su vez una gran inseguridad en los menores. Además, les coloca en la situación de tener que elegir entre unas normas y otras, optando por las más afines sus intereses. Cuando esto ocurre, dice Van Hollander, “pueden sentirse culpables por haber tenido que escoger uno de los bandos y padecer una sensación de ansiedad por ser la causa del enfrentamiento de los adultos”.
Diálogo y consenso para evitar que las diferencias entre los padres afecten a los niños
Muchas veces debemos tomar decisiones que no gustan a nuestros hijos. Sin embargo, establecer reglas e impartir cierta disciplina es vital para su desarrollo. De la misma manera que necesitan sentirse queridos, es imprescindible que posean una referencia que se encargue de guiarlos y de exigir que cumplan con sus obligaciones. Por eso mismo, asegurarse de que completan sus tareas escolares y domésticas o supervisar su comportamiento son cuestiones en las que todos los referentes paternales deben intervenir.
Van Hollander sostiene que el primer paso para que las diferencias entre los padres no afecten a los niños es “reservar un tiempo para debatir y crear un plan de crianza unificado”. A partir de entonces y en todo momento, ambos han de apoyarse mutuamente en las decisiones que se toman. La confianza recíproca juega un papel fundamental en esta labor compartida, en cuyo desempeño es imprescindible evitar comportamientos como hablar mal del otro o desautorizarlo.
Por muy resentidas que puedan estar las relaciones entre los progenitores, hay que impedir que el desencuentro trascienda al ámbito infantil. Destinar un tiempo a poner en común los aspectos más relevantes de la crianza resulta esencial para el crecimiento saludable de nuestros hijos. Las discusiones constructivas, libres de acusaciones y reproches, no tienen nada de malo si el único objetivo es procurar lo mejor para su futuro.
Fecha: febrero 2020